Desconexión bacteriana

El IPNA desarrolla nuevos antibióticos y sustancias que engañan a las bacterias patógenas para que no se vuelvan virulentas.

La resistencia a los antibióticos es uno de los mayores peligros a los que se enfrenta actualmente la sociedad. Se estima que, de no tomar medidas drásticas, en 2050 las infecciones se convertirán en la principal causa de muerte en el mundo. Una de las causas de este problema ha sido el mal uso de los antibióticos. Cuantas más veces se exponga una bacteria a un antibiótico, más riesgo habrá de que encuentre una forma de defenderse de él. 

El grupo de investigación de Síntesis de Fármacos del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC), dirigido por Alicia Boto, junto a sus colegas del grupo de Agrobiotecnología, está desarrollando nuevos antibióticos basados en sustancias naturales de defensa procedentes de animales y plantas. Estos antibióticos, llamados péptidos antimicrobianos, atacan a la bacteria de varias formas a la vez. Este ataque combinado es tan eficaz, que apenas se han desarrollado resistencias a lo largo de millones de años. "Pese a todo, cuando a un ser vivo se le lleva a una situación límite, siempre es posible que descubra alguna forma de defenderse", advierte Boto.

Existe, sin embargo, una segunda estrategia para luchar contra los patógenos que también está estudiando el grupo. Como si de una red social se tratase, las bacterias que se instalan en nuestro organismo tienen la capacidad de comunicarse entre ellas en cualquier momento. Esta característica social se hace verdaderamente útil cuando un patógeno está planeando lanzar un ataque masivo a su hospedador, sea una persona, un animal o una planta. Por medio de esta comunicación, regulada por sustancias químicas naturales, pueden saber su número, y cuando ya son bastantes, lanzan el ataque. Esta comunicación también les sirve para construir una especie de "búnkers" protectores denominados biopelículas, que les permite vivir protegidos de los antibióticos y del sistema inmune de su hospedador.

El grupo del IPNA-CSIC busca una manera de romper de raíz esa comunicación -denominada quorum sensing-  que les permite organizarse para defenderse y para atacar.  “No se trata de matar a las bacterias, sino de engañarlas para que no se vuelvan virulentas ni construyan sus biopelículas defensivas”, concluye Boto. “Este engaño se lleva a cabo mediante sustancias químicas que se asemejan a sus señales naturales, pero que les transmiten un mensaje diferente, el que nos interesa a nosotros”, señala la investigadora. Como la bacteria no muere ni se le hace ningún daño, con este método se rebaja considerablemente el riesgo de que se desarrollen resistencias. 

Los investigadores y sanitarios de todo el mundo también colaboran para tratar de revertir el daño que se ha causado durante todos estos años de uso inadecuado de antibióticos. “Lo primero que podemos hacer es no usar antibióticos si no los recomienda el médico”, explica Boto, que señala que “es necesario usar con responsabilidad estos fármacos haciéndolo sólo cuando es estrictamente necesario, y si decidimos tomarlo, se debe llegar hasta el final". Por otra parte, conviene alternar los fármacos que se usan, siempre bajo consejo médico. "Si no se ven expuestas al antibiótico, las bacterias resistentes no tienen ventajas sobre las otras, y poco a poco, se va revirtiendo a la cepa sensible”.

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