¿La creatividad tiene género?

La diversidad en la investigación amplía el número de mentes prodigiosas, aportando nuevas perspectivas, talento y creatividad.

A finales de octubre de 1927 se celebraba en Bruselas la quinta Conferencia de Solvay. El tema central de la reunión era “Electrones y fotones” y permitió a los mejores físicos de la época discutir sobre la recientemente formulada teoría cuántica. Gracias a las aportaciones de aquellas mentes prodigiosas se construyó una nueva forma de comprender el universo, abandonando así gran parte de las ideas preconcebidas por el ser humano a lo largo de la Historia.

El fotógrafo Benjamin Couprie fue el encargado de captar una de las imágenes más icónicas de la historia de la ciencia, que de por sí ya es Historia. En la foto aparece casi una treintena de los mejores cerebros que ha dado la ciencia, de los que más de la mitad ya eran o llegarían a ser premios Nobel. Entre estos grandes genios estaba Albert Einstein, que propuso la no menos famosa Teoría de la Relatividad General, Werner Heisenberg, conocido por formular el Principio de Incertidumbre o Max Planck, fundador de la Mecánica Cuántica. Sin las aportaciones de estas mentes, posiblemente nuestra comprensión de la naturaleza, así como el rápido desarrollo tecnológico posterior, nunca hubiera tenido lugar.

La icónica foto con la que se inmortalizó la cita de 1927 resume posiblemente el período más extraordinario de la historia de la Física y, sin embargo, destaca por otro hecho mucho menos positivo. En aquel ambiente febril y efervescente de ideas que reunió a 29 de las grandes mentes de la historia, se encontraba una única mujer. Sentada en primera fila, con 60 años recién cumplidos y dos premios Nobel, aparece Marie Skłodowska-Curie con sus manos en el regazo mirando a la cámara con gesto sereno. Una pregunta que inevitablemente surge observando la foto es la de dónde estaba el resto de investigadoras.

Lise Meitner, Rosalind Franklin, Marietta Blau, Nettie Stevens, Jocelyn Bell Burnell, Mary Whiton Calkins, Gerty Cori, Marthe Gautier o Marian Diamond forman parte de una amplia lista de mujeres científicas más conocidas por sufrir lo que hoy en día se denomina efecto Matilda, que por sus propias aportaciones a la ciencia. El efecto Matilda es el prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres en ciencia, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas masculinos. Por suerte, la historia ha puesto a cada una de ellas en el lugar que se merecen, sacándolas del rincón oscuro donde el olvido consciente y la discriminación sistemática las había apartado. Sin embargo, pensemos en todas aquellas mujeres que no tuvieron tanta suerte, privando a la humanidad de una mente tan prodigiosa como fue Albert Einstein.

Por fortuna, esta situación ha mejorado notablemente con respecto a aquellos años. No obstante, la ciencia al igual que otros ámbitos de nuestra sociedad no disfruta aún de una plena igualdad en la participación de mujeres y hombres. Los datos disponibles a nivel general en España muestran desigualdad en distintas dimensiones. Aunque el acceso de las mujeres a la educación superior representa hoy el 58 % del total, ellas siguen enfrentando más dificultades para el desarrollo de sus carreras. Así, del total del personal investigador en España, ellas representan el 41 %, cifra que se reduce al 24 % según nos acercamos a los escalafones más altos de la carrera científica. Pero no es solo una cuestión de número de investigadoras, sino también de excelencia, lo que se pone de manifiesto en la menor tasa de éxito de investigadoras (35 %), que además reciben proporcionalmente menos financiación (32 % del total) que sus homólogos. Todo límite que se ponga al pleno acceso de las mujeres al sistema de I+D, entrañará no sólo un obstáculo al progreso científico sino también una menor riqueza, pues nos estaremos perdiendo la posible utilidad de esos grandes avances que no han llegado a materializarse.

La ciencia y la innovación son el motor del progreso humano. Por eso es fundamental lograr el acceso y la participación plena y equitativa al sistema de I+D de todas las personas, independientemente de su identidad o expresión de género. La diversidad en la investigación amplía el número de mentes prodigiosas, aportando nuevas perspectivas, talento y creatividad. La plena igualdad no es solo uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, sino que es en sí un objetivo integrado en todos los demás y un principio básico de nuestra sociedad.

 

 

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Igualdad de genero